Poder viajar es un privilegio. No importa si es dentro o fuera del propio país, siempre es una invitación a conocer otras caras, otras voces, ver otras maneras de llevar los zapatos y andar por el mundo con ojos distintos. Viajar es una oportunidad de salirse de uno y mirar alrededor. Poder viajar, además, por puro placer, es un doble privilegio y como todo privilegio, va de la mano de una gran responsabilidad: la de absorber y asimilar todo con más alerta, sacudirse el letargo de la rutina, salirse de uno mismo y mudarse de esa piel tan ensimismada que nos va limitando a nuestro pequeño mundo cotidiano. Viajar nos impone la obligación de sacudir los prejuicios y ampliar la mente.
Hoy tengo el privilegio de andar de viajera por el puro placer y trataré de compartir un poco de lo que vaya aprehendiendo.
Arranqué en Madrid, en una escala que logré estirar a 48 horas. Daniel es mi compañero en esta primera parte del viaje y he tratado de mirar todo desde sus ojos de 7 años. Así traté de entender por qué la Puerta de Alcalá no tiene puertas y me esforcé por sentir el estómago en el corazón cuando subíamos por el elevador de cristal en el Reina Sofía; también con ojos de 7 años traté de ver el Guernica y creo que así se percibe con más nitidez el sinsentido de la guerra y el sufrimiento; así traté -en vano- de encontrarle el placer a un helado verde que pretendía ser de limón y que preferí catafixiar por una cerveza y así también traté de ver las piezas que elegí para mostrarle en el Prado, viéndolas sin prejuicios y como si las estuviera descubriendo por primera vez. Pasamos muchas horas en el parque del Retiro y no pude más que volver a mis ojos de 36 y asombrarme de la capacidad que tienen los niños para pasarlo bien (aunque tengan jet lag y el calor sea insoportable): igual de sencillo es atrapar burbujas gigantes de jabón que hacerse de amigos en unos columpios y pasamanos. Qué maravilla es sentirse muy rico porque tienes 2 euros con 60 centavos pero qué cansado es caminar una cuadra cuando no sabes cuánto mide una cuadra y tú apenas llegas a 1m20!!!!!
Para el acervo culinario, les comparto lo que comí:
BOCADILLO DE CALAMARES en las terrazas que están fuera del REINA SOFíA.
El de la foto es en pan normal, pero el mío era en pan tipo chapata y estuvo espectacular. Abren el pan por la mitad y lo rellenan de aros de calamares fritos. Así, sin más. Sin NADA más que una cerveza a un lado. No les podría describir con justicia el sencillo e inmediato placer que eso me representó.
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2 comentarios:
Qué sabrosa crónica. Seguiremos pendiente de tus andanzas.
No hay duda que deberíamos, más a menudo, ver el mundo con ojos de 7 años!!!
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